lunes, 12 de febrero de 2007

Huesos, tornillos, vasos...

El destino, por llamarlo de alguna forma, quiso que las vacaciones de verano que había planificado con mis hijas, María Ignacia y Colomba, y dos de mis mejores amigos y sus familias quedaran en la teoría. Un insignificante futbolito con amigos del trabajo, hace ya casi un mes, cambió los planes. En una jugada y luego que mi pie derecho quedara trabado en el pasto, sufrí la fractura del peroné y el tobillo.

La recuperación no caminó de la mejor forma y hace una semana mi traumatólogo de toda la vida tuvo que intervenirme para colocar dos tornillos en mi inestable tobillo. Dos días en la clínica y a empezar de cero el largo trecho que debo recorrer para volver a movilizarme con normalidad. Si Dios quiere, a fines de marzo ya estaré iniciando el proceso que me dejará otra vez con las zapatillas puestas y dispuesto a correr por las calles de Santiago o de la ciudad que tenga enfrente.

Del fútbol ya me despedí. No de la forma que siempre quise hacerlo, pero no hay vuelta atrás.

Mis hijas partieron hace nueve días a la playa con su madre. Lo merecían. Yo estoy viendo pasar los días lentamente, mirando más fútbol que nunca por TV, leyendo, comiendo y bebiendo poco para no terminar como una bola, paseándome por Internet y comenzando esta historia, la de bloger.

Hoy leí que las enfermedades o accidentes no ocurren "por cosas del destino" o porque "la suerte es así". Algo había en mi cuerpo, algo necesitaba... No sé si sea así, pero sí reconozco que me ha hecho pensar... y escribir.